La emoción me embargó. Cuando leí el mensaje
de mi colega comentando que finalmente se había confirmado oficialmente el
combate del próximo 3 de mayo, no pude contener la felicidad y un “vamos, carajo”, se me escapó en mi escritorio para sorpresa de mis compañeros de trabajo. Y
cómo no iba estallar de alegría, si ese santafesino me había conmovido como
pocos en este mundo. Me había embriagado con sus puños, con cada golpe que cayó
sobre la humanidad de ese yanqui altanero. Cómo le hizo morder la lona en
dos oportunidades obligándolo a mirar confundido en todas direcciones buscando
una respuesta que se le hizo esquiva durante toda la pelea.
Y es que peleadores como el Chino me hacen
olvidar que arriba del ring hay dos personas. Para mí, ahí arriba, disputándose
la gloria y el honor no hay solo dos hombres. Porque esos dos hombres no están
solos, son personificaciones de ideas, de formas de ver la vida y de vivirla.
Personificaciones del poder y del desafío a ese poder. Y eso es lo que es Maidana, o lo que por lo menos yo veo en él. El desafío a los que se creen en la
cima del mundo, de los que creen que pueden hacer lo que quieran con quien
quieran y cuando quieran. De ahí su soberbia que tanto nos irrita.
Los puños del Chino están imbuidos de la
esperanza de los más humildes, de los sueños de esos que algún día esperan
vivir sin tener que agachar la cabeza frente a los que se sientan en sus tronos
de oro y los mandan. Marcos lleva la bandera del pueblo porque él es un hijo suyo y nunca se olvidó de eso. Y contra Broner lo demostró. Se convirtió
en el campeón del pueblo. En el que hizo tambalear los castillos de cristal de
los que detentan el poder.
Contra el campeón más grande de la actualidad
no será diferente, porque no podemos negarlo, Mayweather es el mejor y ese es
el basamento de su soberbia. Éste es más arrogante que Broner, pero también
mucho más talentoso. Y las casas de apuestas ya dieron su veredicto, nuevamente
el Chino no será favorito, pero para él eso no es problema, ya sabe lo que se
siente.
Ya
derrotó al discípulo, ahora es el turno de hacer sucumbir al maestro y de pasar a los anales de
la historia del box convirtiéndose en leyenda.
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