Esta carta que comienzo a redactar supone una manifestación de afecto para con su figura. Creo yo es usted el deportista más importante de nuestro país.
Debo confesarle, Chino querido, que soy neófito en el boxeo. Comencé a interesarme en este grandioso deporte con el combate de Maravilla contra Chávez Jr. Pero aquel mismo sábado de septiembre de 2012, en el que Martínez se consagró campeón mundial, usted también peleó, contra Jesús Soto Karass. Algo allí llamó mi atención. Quizás el hecho de que apenas cayó, supo asimilar la caída. Se levantó y luego ganó por KO.
Volví a saber de usted el año pasado, cuando peleó contra Josecito López. Ese sábado que combatía, fui con mi novia a cenar comida mexicana. Daba por sentado que no iba a poder ver la batalla. Tuve la “suerte” de no saber con seguridad el horario de inicio de la transmisión, y cuando llegué a mi hogar, ahí estaba, saliendo al cuadrilátero para una nueva lid en su carrera deportiva. Otra vez tuvo que conocer el suelo para recobrar bronca y fortaleza. Salió disparado al frente con sus puños asesinos. Al final, nuevamente se alzó con la victoria. Otra vez por KO técnico.
Esos puños, que estoy convencido son capaces de derribar una pared, me compraron por completo. Su forma de boxear me atrapó. Cuando me enteré que tendría una posibilidad de combatir por el título a fines del año pasado, me alegré de sobremanera.
¿Qué decir entonces de su proeza contra Broner? Creo yo que pocas veces, producto de ver un suceso deportivo, me emocioné tanto. Su victoria la sentí mía. Me vi representado en usted, llevando a cuestas la bandera de la humildad y el pueblo. Levantándola cuando anunciaban que era el nuevo campeón del mundo, no dejándose forrear por ese adolescente imberbe, petulante e insoportable, que creía ganada la pelea. Ganarle a un yanqui, de visitante y por paliza, no es para cualquiera, y usted lo logró. A partir de esa noche, pasó a ser mí ídolo deportivo.
Desde el momento en que me desperté, la mañana posterior a su victoria, solo quise una cosa. No soy de pedir deseos a fin de año ni soy creyente, pero solicité dos (vaya a saber uno a quién) para este 2014: usted noqueando a Mayweather y los Rolling Stones en la Argentina. Le cuento una confidencia, incluso en el cumpleaños de mi novia, en febrero, antes de que se oficialice su pelea contra el Money, le pedí que lo incluya en alguno de sus tres deseos. Se que ese pedido mío bordeó la idiotez, pero para mí significaba mucho esa oportunidad que, creo yo, merecía tanto.
Ahora que el combate es una realidad, yo estoy más esperanzado que nunca. Para mí en este momento, querido Chino, usted es el Che Guevara poniendo un pie en tierra al bajar del Granma; es Maradona corriendo hacia el arco desde la mitad de cancha gambeteando bretones como conos; es San Martín cruzando la Cordillera de los Andes; es, básicamente, uno de los nuestros, sentándose en la mesa de los poderosos, para reclamar lo que es suyo, lo que se ganó con sangre, sudor y lágrimas. Es la representación del pueblo, porque como bien dijo mi amigo Rover en una publicación anterior, usted es “el campeón del Pueblo”.
Creo en usted ciegamente. Creo en su capacidad, en su boxeo, en sus dos puños titánicos, pero sobre todas las cosas creo en su corazón, en su eterna lucha contra lo que parece estar decretado en su contra desde el vamos. Si me dice que tenemos que saltar de un edificio de 10 pisos al vacío, yo estoy convencido que no nos va a pasar nada.
Gane o pierda, querido Chino, mi opinión sobre usted será la misma, mi cariño se mantendrá. Usted es un campeón popular, un gran campeón que no se olvida de sus orígenes. Le deseo lo mejor, yo y, estoy convencido, el resto de los latinoamericanos. ¡Vamos Chino, carajo!
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