El sol ingresa por la ventana.
Veo un cielo despejado, digno de celebrar. Pero todavía no puedo recuperarme
del golpe que significó la derrota de Sergio Martínez anoche. A continuación intentaré sacar alguna conclusión, que anticipo, insuficiente para el lector, e insuficiente para mí mismo, en la búsqueda de
recuperar la conmoción perdida.
Es un momento durísimo este
mediodía de día domingo. Realmente estaba confiado en la victoria de Sergio.
Jamás pensé que la pelea, que podía llegar a presumir complicada, iba a ser un
calvario. Nuevamente dejé que las palabras del quilmeño me endulzaran los
oídos. No tuve la claridad mental para darme cuenta lo difícil que debe ser
para un deportista de élite, recuperarse de lesiones tan graves en las rodillas.
Martínez dijo que estaba nuevamente en forma, que sus rodillas no serían
excusas, pero tan solo en el 1er round, todos pudimos ver que eso no era verdad.
Las articulaciones de Maravilla eran símiles a las de Robocop. Un boxeador sin
movilidad, quien justamente se jactaba de ser uno de los pocos que sobre el
cuadrilátero, llenaba los ojos con su boxeo de alto nivel, dejó que otro, con un
simple esquema ofensivo, lo pasara por arriba.
Miguel Cotto se aprovechó de un
Maravilla diezmado. El mismo Sergio había dicho que no le quedaban dudas que,
el boricua, había aceptado la pelea con él, tras ver la batalla del argentino
en Vélez contra Martin Murray. Y puede que tenga razón. Pero Cotto no tiene
nada de tonto. No dejó pasar esta oportunidad y fue tan contundente como
efectivo. Desde el primer asalto, mostró que su gancho izquierdo, aquel que
marcara en notas anteriores como el arma letal que lo caracteriza, dictaminara el
ritmo de la pelea. Fue en el primer round que ese mismo golpe entró y conmovió
a Martínez. No se fue a la lona, pero lo dejó desorientado. Segundos después
conocería el suelo del ring del Garden. Tres veces, tres veces cayó nuestro campeón en el
primer round. Una daga al corazón, un golpe al orgullo. Fue como que me tiraran
en medio de una selva sin brújula. No sabía que hacer.
Martínez de forma heroica
sobrevivió ese increíble primer asalto fatídico. Pero la historia ya estaba
sentenciada. Jamás hubo un momento en el que se diera lugar a la ilusión de una
epopéyica recuperación
.
.
Fue el noveno round el último para
el argentino, ese que justamente había elegido Maravilla en la previa, para visualizar
la derrota por KO de Cotto. Totalmente fuera de foco, sin fuerza en sus
piernas, pasó de largo ante un embiste de Cotto y una rodilla suya tocó la
lona. Un nuevo conteo. El párpado derecho abierto. Pablo Sarmiento, devenido,
como él dijo en más que entrenador, amigo y hermano, le señaló que no iba a permitir
más castigo. Fue demasiado. Retiro en el décimo round.
No voy a criticar a Sergio. Se
preparó para una batalla que sabía complicada, con compromiso y
profesionalidad, pese a saber que su condición era preocupante. Lo que no logro
entender es como, desde el Team de Maravilla, no fueron capaces de ver en las
sesiones de sparring previas a la pelea, esa falta de movilidad, de soltura de
las rodillas, claves en el boxeo que Sergio desplegó en los últimos años.
Entiendo que los compromisos contractuales fueron suficientes para dar por
enterrada cualquier tipo de especulación de suspensión de la pelea. Pero como
profesionales, creo, también son
grandes responsables de los resultados de la pelea de ayer.
Fue el peor final para Sergio,
porque como el mismo Pablo Sarmiento y el presidente del CMB dijeron tras la
pelea, no es recomendable que siga peleando. Le ha dado mucho a este deporte.
Ha sido el gran responsable del renacer del box en nuestro país. Es hora de un
merecido descanso. Ya fue suficiente para este quilmeño, de corazón enorme, en
esta actividad. Se merece mi más sentido respeto, y mi recuerdo como un gran
campeón, como aquel que dio cátedra ante Chávez Jr, tan solo 2 años atrás.
Salud Maravilla. Lo mejor para ti en la vida.
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