El 29 de agosto de 2009, Víctor Ramírez defendía por segunda vez el título crucero de la Organización Mundial de Boxeo frente al temible Marco Huck. Y lo perdía. Tuvieron que pasar varios años para que el boxeador oriundo de Ezeiza regresara al ring, con el Bocha Martinetti en la esquina como entrenador y el auspicio de Daniel Scioli, gobernador de la Provincia de Buenos Aires. El primer combate del regreso fue contra el sudafricano Thabiso Mogale, un peleador completamente nulo, sin técnica, sin velocidad y sin golpes potentes. El Tyson del Abasto resolvió el duelo de forma contundente, en el primer round, por TKO.
La segunda pelea, contra Mariano Strunz, resultó complicada. De entrada, el cordobés demostró tener una guardia sólida, difícil de romper, que sostuvo con firmeza durante los diez asaltos. Ramírez resistió toda la pelea, alternó el ritmo de sus golpes y, con mayor categoría que su rival, hizo daño suficiente para ganar el combate por decisión unánime. Así, se quedó con el FIB latino de los cruceros, hasta entonces vacante.
Su último combate fue contra el estadounidense Danny Santiago, el más completo de los tres oponentes y el que mostró mayor peligrosidad ofensiva, solo por la precisión de sus golpes. Pero no causó muchos problemas a Ramírez , que soportó unas cuantas piñas bien conectadas, con poca fuerza. Víctor se impuso nuevamente por KOT en el cuarto asalto, primera defensa del cetro latino de la Federación Internacional de Boxeo.
Estas tres victorias, ante rivales de nula jerarquía, sirven únicamente para que Ramírez pueda acumular confianza en sí mismo de cara a su regreso, ya que la meta es recuperar el título mundial OMB, que ostenta su último verdugo, el alemán Marco Huck. Para alcanzar a concretar la venganza deportiva es imperioso que Víctor enfrente combatientes de mayor categoría: para ser campeón del mundo hay que derrotar a los mejores.
Por un lado, se nota que Martinetti mantiene un lazo afectivo con su pupilo, lo cuida, de la misma forma que Cus D'Amato protegía a Floyd Patterson, es entendible. Por otro, todos estos fáciles triunfos vienen acompañados de la sonrisa de Scioli, que inunda la pantalla del televisor de un intenso color naranja, cítrico como su campaña. De estas victorias se nutre la imagen del gobernador, pero si Argentina quiere un nuevo título mundial, las batallas del Tyson del Abasto no deben ser fáciles y entretenidas, sino duras, sufridas y brutales. Es el pavimento del camino de un campeón entre los más pesados.
Rover Jr
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